LA FARSA DE LA GUÍA MICHELÍN

Como cada noviembre, ha tenido lugar la ceremonia de entrega de las estrellas Michelín, los premios más importantes del mundo de la gastronomía, y que sirven para poner a muchos restaurantes en el mapa, pero que desgraciadamente tienen un lado muy farsante, cada vez más de hecho, como ocurre con todas las galas de premios, sean de cine, música o fútbol.

La novedad más destacada de esta edición ha sido la tercera estrella al restaurante Lasarte (Barcelona), dirigido en la distancia por Martín Berasategui, quien, junto a Arzak y Subijana (cada uno con 3 estrellas), son tres de los cocineros más veteranos de la Guía y, en consecuencia, su red de contactos en este contaminado mundo es enorme, algo fundamental, parece ser, para obtener o mantener las estrellas.

Y esto lleva a dos preguntas.

La primera es: una vez que ganas la tercera estrella, ¿esta ya es eterna? Parece que sí, y es que ni Arzak ni Subijana ni Ruscadella ni Quique Dacosta pueden considerarse restaurantes sublimes como sí lo son otros con 3 estrellas como Celler Can Roca, DiverXo o Azurmendi. La diferencia entre unos y otros es abismal y, sin embargo, salvo catástrofe mundial, la Guía no se va a atrever a quitar la tercera estrella a esos restaurantes. En cambio, no le tiembla el pulso para quitar su única estrella a casas humildes y no tan famosas como Casa José (Aranjuez) donde se sigue comiendo estupendamente.

La segunda pregunta es: ¿la estrella es para el restaurante o el cocinero? Aunque sea una injusticia, en ocasiones parece que es para el cocinero, y así tenemos a Berasategui, con 8 estrellas, o lo más surrealista, Javier Aranda, el nuevo niño mimado de Michelin, como en su época lo fue Arola, quien con sus 2 estrellas en Madrid por La Cabra y Gaytán se ha puesto al nivel del mismísimo Aduritz (2 estrellas en Mugaritz) y supera por ejemplo a Ricard Camarena (1 estrella en Valencia). Un auténtico disparate.

Otra importante novedad de la ceremonia ha sido la lluvia de estrellas caídas en Cantabria, concediendo la segunda estrella a dos restaurantes: Cenador de Amós y Annua. Si bien el primero se la merece, lo de Annua me ha parecido escandaloso ya que su nivel queda muy lejos de un 2 estrellas.

Otros restaurantes recompensados con 2 estrellas están en la provincia de Alicante: L’Escaleta y BonAmb (Jávea). Dos muy buenos restaurantes, posiblemente merecedores del premio, pero a los que de ninguna manera se les puede considerar mejor que Tickets o Disfrutar (Barcelona), Nerua (Bilbao) o Casa Gerardo (Asturias).

Y esto hace que nunca olvidemos que el verdadero negocio de Michelin es vender neumáticos, y, en ocasiones, parece que están más interesados en hacer una campaña de marketing, centrándose este año en las zonas de Cantabria y Alicante, para así aumentar las ventas en esas provincias. El año que viene seguramente tocará otras zonas, ya veréis.

Por último están los que han ganado la primera estrella y han dejado estupefactos a gran parte de la crítica y público. Con sorpresas tales como varios mallorquines (Argos y Adrián Quetglas), Cobo Vintage (ex top chef en Burgos) o Gaytán (Madrid) a los que, atención, según la Guía se les considera mejor que dos templos como son La Tasquita de Enfrente (Madrid) o Lera (Zamora), ambos sin estrella, o con el mismo nivel que otros grandes de España como Noor (Córdoba), Zuberoa (San Sebastián) o Venta Moncalvillo (La Rioja), cuando la diferencia es abismal, y creo que nadie es capaz de decir lo contrario.

Otra razón más que hace de la Guía una auténtica farsa es su diferente vara de medir según qué país. Y así, en Asia, nos encontramos con auténticos tugurios que lucen una estrella Michelín mientras en España parece impensable que Nakeima (Madrid) gane una estrella, cuando si estuviera en Singapur ya la tendría. O en Nueva York y San Francisco donde hay restaurantes con 3 estrellas que en España no tendrían más de 1, o en Tokio donde se regalan las estrellas. Siempre he pensado que, en España, el nivel de exigencia por la Guía es muy superior al de otros países.

De todos modos, llegará el año que viene y todos volveremos a estar enganchados a la ceremonia esperando que la Guía, por fin, se atreva a dar un cambio de rumbo en sus premios, quitando estrellas a Freixá, Casino, Club Allard (Madrid), Arzak y Akelarre (San Sebastián) o Quique Dacosta (Denia), concediendo la segunda a templos como Etxebarri (Vizcaya) y Zuberoa, y dando la primera a Tasquita de Enfrente, Lera, Marinos José (Fuengirola) o D’Berto (Pontevedra). Sin embargo, ya sabemos desde hoy que, acabará la ceremonia, y volveremos a indignarnos, sin mayor resultado, porque Michelin siempre será lo que es, una empresa privada que hace y deshace a su gusto y objetivos.

Foto tomada de www.gastronomia7islas.com

Solicitamos su permiso para obtener datos estadísticos de su navegación en esta web, en cumplimiento del Real Decreto-ley 13/2012. Si continúa navegando consideramos que acepta el uso de cookies. Aceptar