Si anteriores generaciones crecimos con el boom de OT y la esperanza de que todo el mundo podía llegar a la fama de la canción o, simplemente, a la farándula, una vez tiradas todas las balas televisivas en este campo, los hilos que mueven las masas decidieron redirigirnos a otro boom, el gastronómico.
Ahora, son los restaurantes y sus estrellas, los cocineros, los que lo petan y, si antes los niños pedían a sus padres la equipación de futbol que les molaba, ahora tenemos que ver cómo piden el kit de repostería Masterchef homologado y es que, somos la consecuencia de vivir en un mundo en el que la televisión nos bombardea con continuas versiones, y reversiones, de programas como Masterchef, Topchef o El Xef; y revistas que abren con cocineros en portada, en sesiones fotográficas muy lejanas a los fogones y que basan su contenido en la sugerencia de restaurantes que, gastronómicamente, no valen nada pero en las fotos quedan de lo más cool.
Un momento, ¿quién está detrás de esto? Al rascar, descubrirás que detrás de cada nueva “apuesta gastronómica” te encuentras con una, de las cada día más numerosas, agencias de comunicación especializadas en restauración que viven únicamente de llevar la imagen de restaurantes.
Y, continuamos, con una incesante apertura de nuevos restaurantes en todo España y, en especial, en Madrid, personificación de este boom gastronómico y donde más posibilidades, considero, hay de que la burbuja estalle porque, en Barcelona, si bien también se abren nuevos restaurantes, lo hacen con más criterio que aquí.
Y dentro de Madrid, hay dos fenómenos innegables que van de la mano: la calle Jorge Juan, que es donde se concentran más grandes restaurantes (que no bares) por metro cuadrado en todo España, y Sandro Silva, uno de los reyes de la restauración y en el top 3, sino en el 1, de restaurantes que más facturan del país.
Sandro Silva es dueño del grupo que cuenta en su haber con Ten con Ten, Paraguas, Amazónico, Quintín y Numa Pompilio. Estos cuatro últimos se encuentran concentrados en apenas 100 metros. El Grupo está valorado en 180 millones de Euros, emplea a 500 personas, factura, dicen, 48 millones al año, aunque yo creo que debe ser más, y en 2016 un inversor adquirió una participación del 40% por 70 millones.
Cada restaurante sigue el mismo patrón: ocupar un mega local en la mejor y más cara zona de Madrid, a precios de alquiler que seguramente sean de los más altos de España, y realizar una inversión enorme en decoración para que sean de los más chulos de la capital.
Todo ello tiene un claro objetivo: atraer al público con mayor poder adquisitivo de la ciudad.
Y es que, a diferencia del Grupo Larrumba (Habanera, Marieta, etc) donde la media de edad es 30 años, aquí la media ronda los 40-50 años.
Y eso, ¿qué supone? Pues, entre otras cosas, que mientras que el que va a Habanera o Pointer no se quiere gastar más de 30€ en cenar, el que va a Amazónico se gasta 70€ tranquilamente.
Además, el Grupo ha conseguido enamorar a los millonarios venezolanos, mexicanos y colombianos que viven o visitan Madrid y eligen cualquiera de sus restaurantes para sus cenas.
Por si esto no fuera suficiente, en hoteles del nivel de Villamagna, Palace o Ritz, cuando un huésped pregunta por un restaurante animado, le mandan a Ten con Ten o Amazónico. Y ya para completar la jugada, los grandes clientes y altos directivos que tienen que visitar Madrid, son llevados por sus anfitriones a estos restaurantes.
Resultado:$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$
Como ni mis compañeros de cena ni yo éramos millonarios ni extranjeros, ni nos hospedábamos en un hotel 5 estrellas, ni éramos futbolistas, políticos ni altos directivos, lo que nos quedó claro de la cena en Numa Pompilio es que este restaurante no está hecho para nosotros.
Lo nuevo del Grupo de Sandro Silva es un restaurante de cocina italiana a muy altos precios, especialmente la bebida, en un impresionante local con una de las mejores terrazas de Madrid.
Y es que Numa ocupa lo que en su momento fue Iroco, un italiano del grupo Vips situado al principio de Velázquez y que contaba con una de las terrazas más bonitas de Madrid. Miles de primeras citas tuvieron lugar en esa terraza.
Respecto a la decoración, su decoración romántica –que es casi como estar en el interior de un bosque mágico- se conjuga con una cocina abierta, una mesa-obrador de pasta y unos enormes ventanales que dan a un acogedor jardín trasero. En Numa, uno se siente como si se hubiese trasladado al pasado y se encontrase en un lugar recóndito de la Italia más profunda. Vogue (22-06-2017).
Una propuesta de inspiración barroca, clásica y refinada, inspirada en el esplendor de las villas toscanas, pero también en las grandes casas francesas o inglesas. Un ambiente romántico, burgués, sofisticado y, sobre todo, evocador (Vanitatis: 14-06-2017).
Pero lo que realmente, y lo único, que merece la pena de Numa es su preciosa terraza ajardinada en un patio interior. Junto a Sacha, Rubaiyat, Ritz, Órfila y Filandón, creo que es la terraza más bonita y agradable de Madrid.
No obstante, tiene una pega importante: para conseguir la mayor capacidad posible, las mesas que han puesto para cuatro son bastante pequeñas ya que son las mismas que para dos.
Y es que, entre la cerveza, el agua, el vino y los panes, coger algo de la mesa era como jugar al Tozudo (juego donde tenías que ir colocando, con sumo cuidado, objetos diversos en las alforjas de un burro, sin que se caigan).
Un sucio truco, que no recomiendo, pero que me comentaba un amigo, es que cuando son 4, él siempre reserva para 5, para así asegurarse tener una mesa más amplia. Qué perro el chaval.
En cuanto al ambiente, aparte de lo que antes comentaba, había santos inocentes como nosotros, bastantes parejitas y alguna cena familiar con los abuelos.
Respecto a la comida, con Numa han querido dar un giro radical y han apostado por la comida italiana. Llegados a este punto, debo decir que los restaurantes italianos, a excepción de sitios con pizzas magníficas como Don Lisander, me dan bastante pereza.
En Numa no hay pizzas ni otros platos italianos a los que estamos acostumbrados, y así, según Sandro Silva ofrecen “la Italia menos conocida, con productos de verdadera herencia y elaboraciones tradicionales a las que no estamos tan habituados aquí”.
No, no es lugar para boloñesas de medio pelo o pizzas con piña y jamón york, dicen en Vanitatis.
Y en Vogue comentan: En Numa no encontrarás las clásicas pizzas y platos de pasta que suelen reinar en los restaurantes italianos, sino una carta que bebe de la cocina italiana más refinada pero menos conocida, y ese es precisamente su punto fuerte. Lo que sí encontrarás son platos tan apetecibles como la dorada al acqua pazza, el guazzetto frutos de mar con focaccina al romero, orecchiona de elefante madurada o carpaccio de ciervo ahumado con pecorino romano y marsala. Todo de lo más apetecible.
Aparte de sus típicas tonterías, lo que no cuentan ni Vogue ni Vanitatis son los precios, y es que hablar de dinero es de pobres. Claro que también para ellos, todo siempre está riquísimo.
Menos mal que me tenéis a mí para contaros que esa Dorada cuesta 29€, que la Orecchiona cuesta 66€ o que el Carpaccio de ciervo sale a 25€.
Y es que, salvo unas sopas y ensaladas de aperitivo que cuestan 15€, el resto de platos se mueve entre los 25-30€.
Otro aspecto que han querido potenciar en Numa son los vinos, con unas 150 referencias de Italia.
El resultado es una carta de vinos con precios desorbitados, a doble o triple que en tienda, muy liosa de leer y hecha, sin duda, para gente con poco aprecio al dinero, y quizá tampoco al vino.
Un ejemplo: en el último plato, le pedimos al sumiller una copa de vino tinto (sumiller que, obviamente, está desbordado por tener que atender a 150 personas por lo que hay que pedirle la vez con la antelación de una reserva en el Celler Can Roca). Muy amable, el sumiller nos recomendó un vino italiano, al que accedimos, para así probar algo diferente. Sin previo aviso de la puñalada, a modo trapero, la copa salió a 14€ con un vino que me hizo pensar que si mi padre llega a estar ahí, lo tira a las plantas.
Respecto al servicio, desde luego que no está a la altura de esos precios.
Y así, nos servían varios entrantes en el mismo plato, a modo comedor, e igual ocurría con los raviolis en jugo de asado que servían junto a los tagliatella con langosta.
O con el vino, cuando pedimos meter un blanco en la cubitera por venir calentorro y, como solución alternativa, nos ofrecieron echarle cubitos de hielo a la copa de vino, como si fuéramos dos nórdicos en Torremolinos.
En cuanto a la comida, entre 4, pedimos lo siguiente para compartir:
Vitello tonnato [ternera] en salsa de atún (21€); Flores de calabacín crujiente con anchoas (22€); Mosaico de gamba roja (29€); Ravioli del plín en jugo de asado (20€); Tagliatella con langosta (30€); Orecchiona de elefante [chuleta de ternera empanada] (66€); Tiramisú (7,50€) y Pannacotta (7,50€).
La calidad de todos los platos fue simplemente correcta, y nada con una calidad a la altura de los precios, siendo lo que más nos gustó el Mosaico de gamba roja, y lo peor de la cena, y lo más caro, fue la Orecchiona, que era un filete gordo y seco digno del comedor de un Colegio Mayor.
Para beber, un Louro a 45€ que en tienda cuesta 14€, un tinto de Toro Las Sabias a 36€ que en tienda cuesta unos 20€, y dos copas de vino italiano Dragomis, cada copa a 14€.
Al final, la cuenta salió a 87€ barba. Es cierto que pedimos bastante y que la Orecchiona y el vino italiano sobró, lo que habría hecho una cuenta de 64€.
Por tanto, pidiendo los vinos más baratos, el precio medio de Numa serán 60-70€.
Y es importante que seáis conscientes de estos precios y de la calidad de la comida para que no os llevéis ninguna sorpresa.
En mi opinión, solo merece la pena ir una vez a conocerlo, al fin y al cabo, es uno de los restaurantes más de moda en Madrid y en esta vida hay que probar de todo, siempre y cuando la cena sea en la terraza, y mientras no pidáis la Orecchiona, ni aceptéis copas sueltas de vino y elijáis un vino de menos de 40€.
Al final todo esto me recuerda que llevo tiempo preguntándome cuántos nuevos restaurantes hechos por el mismo patrón aguantará la ciudad de Madrid. Y siempre pienso que esta burbuja acabará explotando y solo sobrevivirán los mejores. Pero luego creo que la realidad puede ser otra: quizás esté equivocado y este boom no tenga fin.
Le doy 6 Lunas por la terraza y local, pero que sepáis que si esta misma comida y esos precios te lo sirven en un Ginos, llamas a la Policía.
Dirección: Calle Velázquez, 18.Telf: 916859719Web: http://restaurantenuma.com/
Yo pagué: 87€ | Precio medio: 70€
Fecha de la visita: JULIO 2017