Como contaba en la crítica de Mugaritz (10 Lunas, pincha para leer crítica), Rekondo fue el restaurante elegido para completar un día legendario de despedida de soltero.
Y lo elegimos por varios motivos:
Primero, porque tiene una de las mejores bodegas del mundo, por lo que tras el festival de vinos en Mugaritz, no se podía bajar el listón.
Segundo, porque su cocina es tradicional y con muy buen producto, y eso es precisamente lo que te pide el cuerpo tras la experiencia Mugaritz.
Y tercero, porque se encuentra en San Sebastián, a diferencia de otras opciones que barajamos como Elkano (9.5 Lunas), que está en Guetaria, o Zuberoa (10 Lunas) en Oiartzun.
Rekondo es uno de los restaurantes más clásicos de la ciudad.
Se ubica al principio del monte Igueldo, a 10 minutos del centro, y para llegar a él se necesita ir en coche/taxi.
El restaurante es un caserío vasco. Cuenta con una amplia terraza desde la que se divisa la ciudad. Se está de lujo ahí. Eso sí, recordad que esto no es Marbella, por lo que entre lluvias y frío, no son muchos los días en los que se puede disfrutar de esa terraza.
El interior del restaurante es muy luminoso y decorado en tonos claros. Nada más entrar hay un par de mesas y la barra. Al fondo está el comedor principal, y a los lados algún reservado. Es un sitio agradable pero que no cuenta con la calidez de un Zuberoa, por ejemplo.
Al frente del restaurante se encuentra Txomin, quien iba para torero, pero que se quedó en el intento por la falta de ese punto de locura y sacrificio que se necesita para tomar la alternativa.
Pese a andar ya dentro de los 80 años, ahí sigue al pie del cañón, como también hacen otros históricos como Lucio o Arzak (4 Lunas).
Y dirigiendo la bodega está Martín Flea, quien representa a la perfección el carácter argentino.
Sobre la bodega merece la pena detenerse un poco, pues como antes decía, está considerada una de las mejores del mundo y alberga más de cien mil botellas, muchas de las cuales son auténticas joyas casi únicas.
Si es vuestra primera vez en Rekondo, os recomiendo que vayáis con cierta antelación para que os enseñen la bodega y luego podáis ir ojeando el mamotreto de carta que manejan. Al no estar subida en la web del restaurante, no queda otra que descubrirla in situ. Esto de solo poder ver la carta de vinos ya en el restaurante, cuando su lectura te podría llevar horas, es un tema que nunca entenderé.
En definitiva, el valor de la bodega que aquí manejan es incalculable, con colecciones de los mejores vinos del mundo. Aunque Txomin custodia la bodega desde la planta de arriba del caserío, ya que vive ahí mismo, una bodega de este nivel bien se merecería una seguridad extra.
Nosotros llegamos sobre las 20:45, directos desde Mugaritz, y con el objetivo precisamente de poder leer bien la carta de vinos. Mientras la ojeábamos, le pedimos ayuda a Martín, indicándole de dónde veníamos y lo que ya habíamos bebido, y que, por tanto, queríamos botellas muy especiales. Como especiales Martín parece que entendió Riojas de añadas antiguas, de esas que, precisamente, abundan en su bodega, ya que es lo que más nos ofrecía. Me encantan los Riojas viejos, pero, sinceramente, no voy hasta Rekondo para beberme un Cune de 1982, que lo puedo encontrar en muchos otros sitios.
La verdad es que, al final, Martín no nos sirvió mucho de ayuda, ya que le pedíamos Borgoñas de añadas y no estuvo muy colaborativo. De hecho, tuvimos incluso que llamar a Txomin para ver si nos podía sacar determinados vinos, a lo cual se resistió ferozmente, alegando que eran vinos que quería para su colección privada, incluso intuimos que algunos no los sacaban porque querían especular con ellos, esperando a que se revalorizasen.
En fin, que no es la primera vez que voy a un restaurante y hay que suplicar por determinados vinos que tienen en carta pero que se resisten a abrir, como si esto en vez de un restaurante abierto al público fuese una casa privada.
Al final, conseguimos beber un Chateau Rayas de 2006 (375€) que era Máximo Dios, igual que el Jean Louis Chave Hermitage 2004 (350€). No tan a la altura pero sí excelente el Chambolle-Musigny 2012 (120€). Y nos equivocamos con el blanco Puligny-Montrachet 2011 (195€), que estaba muy bueno, pero esa noche el cuerpo pedía solo tintos. De postre, un D’Yquem 2011 (285€).
Pasando a la comida, los imprescindibles de esta casa son, sin duda, el Txangurro al horno, y la Chuleta, que viene perfectamente asada.
Otro platos muy recomendables son el Arroz con almejas, y la Langosta a la brasa.
Sus Pimientos rellenos de rabo de toro tienen mucha fama, y están ricos, pero no me parecen obligatorios.
Y de postre, siempre hay que terminar con los Canutillos de crema.
Lo ideal en Rekondo es ser cuatro o más para pedir todo para compartir, y así probar muchos platos. Si vais en pareja, debido al tamaño de las raciones, con 2-3 platos, será más que suficiente.
El precio varía en función de los vinos y si compartís todo o no. Los precios son, en general, bastante comedidos por lo que, sin vino, pagarás unos 70€. Luego ya si te pierdes en la bodega puedes acabar saliendo a 500€ barba.
Son tres ya las visitas a esta casa, y no sé por qué no había hecho crítica antes, cuando es de lo mejorcito de la ciudad.
En cualquier paso, aunque es un sitio totalmente recomendable, mi favorito de la zona siempre será Zuberoa.
Cierra casi todo noviembre, y todos los martes y miércoles.
Aunque para varios de mis amigos es 8.5 Lunas, voy a darle 9 Lunas porque es un sitio que nunca falla y gustará a todo el mundo y, además, su bodega, pese a esas anécdotas que contaba, es para perderse en ella y disfrutar. De hecho, un Rekondo en Madrid sería la bomba.
Dirección: Paseo de Igeldo 57. San Sebastián. Telf: 943212907
Web: www.rekondo.com
Yo pagué: 475€ | Precio medio: 100€
Fecha de la visita: OCTUBRE 2018