Aunque hace poco os contaba mi decepción de febrero en Disfrutar (5 Lunas), el 2018 ya había empezado francamente mal con mis tres experiencias en París (L’Astrance, David Toutain y Le Chateaubriand).
Tras acabar 2017 tocando el cielo con Etxebarri (10 Lunas), Zuberoa (10 Lunas), Noor (10 Lunas), Bagá (9.5 Lunas), Bardal (9.5 Lunas), Tasquita de Enfrente (10 Lunas) y Diverxo (10 Lunas), el 2018 empezó siendo un absoluto desastre y, además, poniendo seriamente en riego mi relación con Cristina, pues estas decepciones han ido siempre acompañadas de auténticos sablazos. No os preocupéis, la boda sigue adelante.
Vayamos al 5 de enero 2018, fecha de mi visita a L’Astrance.
Con cada viaje, dentro o fuera de España, siempre he elegido en cada ciudad el que fuera considerado el mejor restaurante. Sin embargo, tras París, esta práctica ya he decidido dejarla de lado en lo que respecta a mis viajes en el extranjero, pues me ha venido costando más dinero que alegrías.
Por tanto, antes de esta decisión y con mi viaje a París por Navidad, tocaba seleccionar un gran restaurante en la ciudad. La elección era muy complicada, pues estamos hablando de una de las cunas de la alta gastronomía.
Me recomendaron L’Arpege, pero el estar especializado en verduras me acojonó. También me recomendaron Guy Savoy, pero que el menú costara 400€ sin vino me requete acojonó. Igual que con Alain Ducasse. Otro que estuve pensando fue L’Atelier de Robuchon, pero el que tuviera sucursales por medio mundo me pareció demasiado comercial.
Y entonces apareció un artículo de Matoses en El Mundo, donde ponía por las nubes a L’Astrance, llamándolo “El poema total”. Debo reconocer que ese artículo me puso bastante cachondo e inmediatamente decidí reservar allí. A Matoses le tengo como un máximo referente gastronómico, aunque tras ver que Disfrutar y L’Astrance los considera como sus mejores experiencias de 2017, está claro que, en algunos aspectos, como es normal, no tenemos los mismos gustos. Pero también es cierto que alguien que come un martes cualquiera en uno de esos restaurantes, como quien va a picotear algo a La Maruca, juega en otra liga.
L’Astrance tiene 3 estrellas Michelin, ocupa el puesto 46 en The World’s 50 Best Restaurants, y es considerado uno de los grandes de Francia, por lo que su menú a 250€ me pareció de precio razonable, comparado con los otros que había visto.
Una vez decidido que L’Astrance sería mi elección, no os imagináis lo que me costó reservar mesa. En febrero 2018 ya han habilitado las reservas vía web (https://module.lafourchette.com/fr_FR/module/344379-2fe5f/2150497#/2150497/pdh) pero a mí me tocó realizarla por teléfono, y tuve que hacer 15 intentos y estar 10 minutos en espera para conseguir hablar con el restaurante.
L’Astrance se encuentra en una de las orillas del Sena, justo enfrente de la Torre Eiffel. Las vistas llegando al restaurante son espectaculares. Vistas que, sin embargo, no existen una vez dentro del restaurante, pues este se encuentra en un callejón.
L’Astrance es un sitio agradable, pero en absoluto os esperéis un local precioso o espectacular. Desde luego, que no hay color si lo comparas con los locales de los 3 estrellas de España.
Consta de dos plantas. A nosotros nos sentaron arriba, en la que me pareció la mejor mesa del restaurante. Una mesa redonda con un cómodo sofá en forma de U. La única pega es que, al estar solos ahí arriba, para pedir cualquier cosa (por ejemplo, que te sirvan más vino debido a esa costumbre de poner la botella lejos del alcance del comensal), había que esperar a que subiera un camarero.
Ambiente variopinto que va desde un elegante matrimonio parisino, a una pareja de enamorados turistas alemanes a un grupo de chinos ataviados con gorras.
Por las noches solo funcionan con Menú a 250€. En el extranjero ya sabéis que muchos grandes restaurantes tienen menús más baratos a mediodía, como aquí a 75€, pero yo cuando viajo prefiero pasear por la ciudad durante el día y dejar los restaurantes para la cena.
Servicio de sala bastante amable pero nada extraordinario. Especial mención al sumiller colombiano Alejandro Chávarro, quien nos ayudó bastante a la hora de elegir un bebercio que no costara un riñón. Además, tras la cena, nos bajó a saludar a un simpático Pascal Barbot quien nos enseñó la minúscula cocina donde trabaja. Perfectamente, podría ser la cocina más pequeña de un 3 estrellas.
El menú empieza con un plato legendario que es la Tarte de setas de estación, foie gras y cítrico. Está bueno pero ni de lejos me parece que llegue al nivel “leyenda”.
Le siguen dos snacks que están buenos: Cono de cítricos y tartaleta de trufa, y un Crujiente de azúcar.
Continúa con una rica Cigala en salsa de crustáceos y especias asiáticas. Muy rica la Meunière del siguiente plato de pescado, si bien el pez en sí y el arroz que lo acompañaba no me parecieron gran cosa.
Y luego vienen dos carnes para terminar: Pollo y trufa, y Pato con tostada de sus hígados. Muy ricos ambos.
Y de poste, una rica Tartaleta de clementina, y Puré de patata con helado de vainilla que me pareció muy sin más.
Como petit fours, su famoso Huevo de leche con jazmín, unas Magdalenas, y Frutas varias.
Y esto fue un menú de 250€ que, con dos botellas de vino, se puso en total, entre dos, a 666€, es decir, 333€ barba.
Por supuesto que cené bien, ya que casi todos los platos me parecieron bastante ricos, pero absolutamente ninguno me pareció nivel DIOS. Y qué queréis que os diga, pero en un 3 estrellas y a este precio, yo como mínimo espero levantarme 3-4 veces de la mesa para aplaudir el plato.
Por tanto no vi ni sentí eso que contaba el gran Matoses en su artículo: Muy pocos disponen de tal precisión para presentar platos visualmente irresistibles que marcan el techo de la elegancia culinaria, elaboraciones que plantean nitidez en los sabores y donde cada aditamento tiene una misión perfectamente definida. La cocina de Barbot es como un poema donde no escasea la austeridad ni el triunfo silencioso de la intimidad… Composiciones que conmocionan por su naturalidad, por su aparente fragilidad y por su calidez. No se puede expresar más con menos. Un repertorio que es elocuencia susurrada; preparaciones desnudas, directas y valientes con un resultado tan sugerente como disfrutable. Cada plato es un destello delicado y minucioso que pone al comensal donde nunca hubiera imaginado; el equilibrio de sabores explosivos y concentrados, como tallados en cada receta.
Salvo que me sobrara mucho el dinero, no volvería a cenar aquí. Y respecto a si me arrepiento de haber ido, pues sí, porque la verdad es que, aunque casi todo estuvo rico, no me aportó lo suficiente para pagar 666€, que es mucha lana. Por ahora, en Francia el que más me ha gustado y sí considero que merece la pena totalmente es Bras (10 Lunas).
No obstante, todo esto no quita que, objetivamente, L’Astrance se merezca claramente 8 Lunas.
Obviamente no conozco todos los grandes restaurantes de París pero tras varios viajes a esta ciudad, saco estas conclusiones:
– Los restaurantes de París son caros de cojones y, en egeneral, no valen lo que cuestan. Hay quien te justifica esos precios diciendo: “es que es París”. Pues muy bien, que lo paguen ellos. Pero a mí no me engañan.
– París siempre ha sabido venderse como el mejor, a diferencia de España, donde las envidias y complejos de inferioridad nos han hecho mucho daño.
– Los que se consideran en España como grandes entendidos de la gastronomía, esos académicos que, como siempre digo, se creen con la verdad absoluta, dirán que la gastronomía de París es única y maravillosa, aunque no lo piensen realmente, pero jamás se atreverían a decir lo contrario. Hay que aparentar ser un entendido y menospreciar y reírse de quienes no piensan como ellos. Por eso insisto en que muchas veces el enemigo de nuestra cocina española lo tenemos dentro de casa.
– La relación precio-placer de España le da un millón de vueltas a París. Solo pensar que acabo de estar disfrutando a nivel MÁXIMO DIOS en el Celler de Can Roca por el mismo precio que en L’Astrance ya os dice todo.
– Moraleja: que no os engañen con París y, salvo que os sobre mucho el dinero, no os gastéis dinero en alta cocina allí. Las posibilidades de decepción a coste de 400€ son muy altas. Dadle a Bistrot clásicos y agradables donde, sin llevar altas expectativas, seguro que cenaréis bien, asumiendo siempre un pequeño sobre coste que llevan todos los precios en París.
Dirección: 4 Rue Beethoven París
Web: www.astrancerestaurant.com
Yo pagué: 333€ | Precio medio: 300€
Fecha de la visita: ENERO 2018