Un restaurante que se encuentre en Denia, uno de los pueblos costeros más famosos de veraneo, y que cierre durante todo agosto, solo está al alcance de un Máximo Jefe como es Miquel Ruiz, dueño y cocinero de El Baret de Miquel.
Junto a El Faralló (9 Lunas), es el mejor restaurante de Denia. Así que, quitaos de palmar 300€ en Quique Dacosta (3 Lunas) y visitad estos dos restaurantes.
Conseguir mesa en El Baret de Miquel no es tarea fácil, ya que es uno de los restaurantes más demandados de España. Y no exagero cuando os digo que está al nivel de dificultad de sitios como Etxebarri (10 Lunas) o Diverxo (10 Lunas).
Las reservas se hacen on line a través de su web, y cuando os metáis para buscar un hueco, comprobaréis de lo que os hablo.
Para reservar, hay que pagar 20€ por persona, que se devuelven siempre que canceles con 24 horas de antelación.
La alternativa a este sistema es ir el último sábado de cada mes, día en el que no se admiten reservas, y se entra según orden de llegada.
Una vez, por fin, has conseguido mesa, lo que te encuentras es un pequeño restaurante dentro del pueblo de Denia, en una callejuela sin importancia. Es decir, toda la odisea de conseguir mesa no es acorde con el local que te encuentras. Pero eso me gusta.
Con tanta tontería actual de restaurantes de alta cocina o restaurantes de moda, cada vez me gusta más encontrarme restaurantes genuinos donde se come de cojones sin que te saquen los ojos.
Y esa es la filosofía de Miquel Ruiz, un tipo que, en su momento, tuvo un restaurante con estrella Michelin y, precisamente, renunció a ella para abrir este “bar” donde sentirse tranquilo y feliz, alejado del formalismo y paripé de un estrella.
“No hay fórmulas mágicas, ni nada nuevo que inventar, solo claras intenciones: trabajar día a día, ofrecer lo mejor de nuestro saber hacer, cocinar lo que la tierra nos da en cada temporada y extraer el máximo partido de cada producto, comer bien no significa arruinarse, que nuestros clientes se sientan satisfechos y felices en todos los sentidos. Con esta filosofía amanece cada día El Baret.”
Los suelos, paredes, y distribución del restaurante, se han respetado, haciéndote recordar así que no dejas de estar en un bar de pueblo. Decorado con muy buen gusto, y mucha gracia, son los múltiples objetos vintage, distribuidos por todo el local, los que le aportan ese toque cool y, a su vez, moderno.
Mientras pruebas su maravillosa cocina, no podrás dejar de observar cada uno de sus numerosos sifones, preciosas lámparas, divertidas sillas y, en general, su mobiliario. Estar allí, es como colarse en un capítulo de Cuéntame cómo pasó.
Como el local, la cocina de este sitio es una mezcla de creatividad y tradición, partiendo de una cocina primordialmente mediterránea.
No hay paripé alguno, pero muchos platos sí que son originales. De hecho, cuando uno lee la carta, le apetece probar todo.
Y aquí llega el principal problema de El Baret: la mayoría de las raciones son bastante grandes, no existiendo medias, por lo que es un sitio muy complicado para ir solo dos, pero es un sitio maravilloso para ser cuatro y pedir una ración del mayor número posible de platos.
Nosotros, aun siendo dos, hicimos un sobre esfuerzo, conocedores de que Dios sabe cuándo podríamos volver aquí, así que pedimos 8 platos y un postre, y les pedimos que, por favor, intentaran traer uno por uno, para cenar tranquilamente.
El servicio es amable pero no se andan con chorradas si vas de sobrao.
La carta va cambiando continuamente, por lo que es posible que varios de los platos que aquí os cuente ya no estén en vuestra visita.
Para empezar, el “Caramelo de hueva de atún con avellana caramelizada” es obligatorio. Igual que el “Pastisset de hígado de pato y boniato”.
Otro entrante rico es el “Buñuelo de bacalao con guiso de tomate y ali-oli”.
Luego, como lo que podría ser “primer plato”, es brutal el “Figatell de sepia”.
También me encantó el “Tartar de denton con horchata y coliflor”, y la “Coca aceite con remolacha y conejo confitado”.
El “Steak tartar” está rico pero no es ninguna maravilla.
Y como plato contundente, probamos un “Tabuele de sémola con cordero” que era DIOS.
De postre, lo más famoso es su “Tarta de manzana”, de tamaño enorme, por lo que entre dos no se puede terminar.
Respecto a los vinos, el 90% son referencias de la zona. Ya os he dicho mil veces que allá donde vayas, te intentarán meter muchos vinos de la zona, aunque no sean ninguna maravilla. Nosotros optamos por dos tintos, gustándome bastante el de Valencia llamado Terrerazo.
Comiendo hasta reventar, y con dos de vinos, pagamos 175€, si bien esa cuenta podría haber sido perfectamente para tres.
Por tanto, si conseguís ser 4 y compartís todo, por 80€ te puedes dar un festival tremendo. Y yendo más comedido, 50€.
¿Está justificado su éxito? Sobradamente. Merece la pena pues se come francamente bien.
Ahora bien, ¿su “lista de espera” es acorde con el disfrute del restaurante? Pues ahí ya tengo mis dudas, y puede que la causa es que se haya creado un poco de mito alrededor de este restaurante.
En cualquier caso, es un sitio totalmente recomendable, pero donde es vital que os juntéis, mínimo tres, para disfrutarlo a tope.
Dirección: Carrer Historiador Palau, 1, Denia
Yo pagué: 90€ | Precio medio: 60€
Fecha de la visita: AGOSTO 2018