Las diez lunas solo están reservadas para restaurantes que te hacen vivir una experiencia única y que uno no puede morir sin visitar. Son pocos y llegan con cuenta gotas, pero cuando aparecen se quedarán para siempre en tu memoria.
El último en obtener esa puntuación es Aponiente, que si en mi primera visita se llevó nueve lunas, con su cambio de local ha alcanzado las diez.
Al frente del restaurante está Angel León, conocido como el chef del mar. Su paso como jurado por Topchef, anunciar a Makro y tener un programa en TVE le han hecho lo suficientemente famoso como para conseguir inversores que paguen la obra del nuevo local. Chico listo.
Aponiente se encuentra en el Puerto de Santa María. Afortunadamente existe un tren a 100€ que solo tarda 3:30 horas desde Madrid y que tiene un horario cojonudo en viernes y domingo, por lo que se puede ir un fin de semana perfectamente, algo inviable yendo en coche. Para dormir, el hotel Los Jándalos, en calle de Los Moros, está bien situado y tiene un precio asequible.
Obviamente, la mejor época para ir al Puerto es en verano, ya que así, aparte de ir a Aponiente, puedes disfrutar de la playa de Vistahermosa o Puerto Sherry.
Para completar el finde cena en El Faro (7,5 Lunas), Arriate o de tapeo tipo Bodeguilla del Bar Jamón.
En mi primera visita a Aponiente, el local era bastante caca y no se correspondía con la calidad de los platos. Era pequeño y apenas decorado, por lo que pensamos que esa misma comida en un gran local sería de diez lunas. Y efectivamente.
El nuevo local, que acaba de inaugurarse este septiembre 2015, es la pera. Se encuentra en un antiguo molino de agua, una zona algo abandonada. Sí o sí hay que ir en coche -8 minutos en taxi desde el centro- ya que la zona es muy oscura y no parece peatonal. De hecho, de noche da hasta miedo y sorprende encontrarte ahí Aponiente.
Es enorme y tiene forma de nave industrial, con las paredes de piedra. Una perfecta mezcla de antiguo y moderno.
Te recibirán con un fino y te contarán la historia del molino. Después cruzas la nave dejando a tu izquierda la bodega y la enorme cocina, digna de diez lunas. Al fondo la sala, muy amplia. Todas las mesas son redondas y destacan las enormes sillas a modo de trono.
Es un sitio que debe lucir mucho más para comida que para cena, pero si vas un finde al Puerto y hace buen tiempo, yo prefiero pasar el día en la playa y cenar en Aponiente que echar el día ahí.
Salvo un par de mesas de cuatro, todas eran parejitas. En esta ocasión me acompañaba mi mejor amiga y éramos los más jóvenes.
Ambiente serio y elegante. Nos contaban que no quieren tener un ambiente muy formal tipo Santceloni y que por eso prefieren que la gente vaya a comer, beber, divertirse y gritar. Desde luego que esa noche no lo consiguieron.
Por cierto, qué parejas más aburridas me encuentro en los restaurantes. Prefiero estar soltero e ir con amigos antes que tener al lado una esposa que sea un monigote con la que ni hablo ni me río.
Pasando a la comida, debo hacer varias advertencias.
Primero, es muy importante que sepáis que absolutamente todos los platos llevan pescado. Aquí no hay carnes. Ni una.
Aparte del pescado, debes estar abierto a probar todo tipo de texturas. En prácticamente ningún plato vas a identificar lo que comes, por lo que si eres típico paleto que disecciona el plato con los cubiertos intentando averiguar qué coño te han servido, no vengas a Aponiente.
Y por último, debes estar abierto a sabores fuertes e intensos. Muchos platos llevan salsas que en boca son muy intensas, por lo que es una comida que te puede cansar.
Por todo ello estas diez lunas llevan la clara advertencia de que no es un restaurante apto para todos los públicos.
No hay carta, solo dos menús, el corto a 160€ y el largo a 190€.
Nosotros tomamos el largo y os aviso que es muy largo e intenso, no apto para todos los estómagos.
Según nos contaron, a mediodía casi todo el mundo toma el largo y por la noche el corto. Pese a la intensidad del largo, no tuve una mala digestión.
Existe la opción de maridar el menú con vinos de Xerez de la mano del gran Juan, uno de los mejores sumillers, por 80€. Opté por esta opción, aunque debo avisar que si a la intensidad de los platos sumas la intensidad del maridaje, o eres muy “pro” o no te arriesgues y pídete un champú.
No os voy a contar plato por plato porque sería eterno, así que mejor ved las fotos.
De matrícula de honor me pareció la tortillita camarones, el bocadillo de calamares, el temaki, el cocktail de marisco, las sardinas, la suprema de caballa, la sopa yódica de berberechos, el plancton que te sirven sobre la mano –bocado del año-, los hígados, las ostras, cocochas de pescadilla, gazpacho de tomates verdes y royal de descartes. Tal cantidad de platos con matrícula en un menú aparecen muy pocas veces en la vida.
Como anécdota os debo contar que poco después de iniciarse el menú, aparece el propio Ángel con una tabla llena de embutidos tipo chorizo, sobrasada, morcilla, etc pero hechos de pescado. Ángel te dice que elijas dos o tres para probar. Yo entonces le digo que quiero todos y me responde indignado que no es posible. Le insisto que quiero y me dice que eso no la he hecho nadie y que si encima estoy tomando el menú largo que no voy a poder con todo. Le digo que sí, que si él me lo permite, que quiero todos. Ángel entonces se ofende y piensa: “menudo gilipollas, le voy a dar todos y luego me voy a descojonar cuando vomite en pleno menú”, y entonces procede a partir violentamente un trozo de cada para mí. Le faltó tirarme una rodaja de chóped a la cara.
Me resultó tan violento que se me cerró un poco el estómago. Además se lo comentó a los camareros y sentía como todos me miraban pensando “el gilipollas que va a reventar”. Sentí mucha angustia pues pensé que a lo mejor me había columpiado y que efectivamente no iba a poder con todo. Fue entonces cuando me intenté relajar pensando que jamás había petado, ni con el menú más largo de Diverxo y que podría con esto. Y efectivamente, pude con todo tranquilamente. Posteriormente vino Ángel y le expliqué que mi intención era probar todos para luego poder opinar, que no era por hacer la gracia, y fue entonces cuando me felicitó y me dijo que casi cualquier mortal hubiera petado y que por eso no le gustó.
Respecto a los embutidos, es acojonante como estando hechos de pescado saben a embutido tal cual. Ahora bien, también os digo que es más el paripé de verlos que el resultado en boca. Efectivamente, con probar un par es suficiente, ya que no aportan gran cosa. Me gustó el paté, la morcilla, el chorizo y la sobrasada.
Tras más de 3 horas de menú a un ritmo bastante intenso, casi sin tregua, llegamos a los postres, momento que aprovechamos mi amiga y yo para salir a fumar, respirar y darnos un abrazo. Lo necesitábamos. El ritmo y sabores habían sido tan duros que se agradecía llegar a la meta.
Los postres son lo de menos y prácticamente solo sirven para refrescar. Para un postre dulzón sí hubiera tenido hueco.
Sobra decir que nos quedamos solos en el restaurante y eso que entramos todos prácticamente a la vez, ya que te obligan a llegar a las 21:00.
Pesé a todo lo que comí y haberme bebido once tipos diferente de maravillosos Xerez, no salí perjudicado como sí he podido salir de DiverXo o Celler. No estaba para conducir, pero tampoco iba dando tumbos.
Nos lo pasamos tan bien, comimos tan acojonantemente bien y me dieron de beber unas virguerías absolutas, que las diez lunas son de manual.
Una de esas cenas que nunca se olvidan.
Dirección: Calle Francisco Cossi Ochoa. Puerto Santa María. Cádiz.Tlf: 956851870Web: http://www.aponiente.com/
Yo pagué: 230€ | Precio medio: 200€
Fecha de la visita: Septiembre 2015