Durante mi viaje por Shanghai, quise probar los cuatro tipos de restaurantes que ofrece la ciudad: 1) Los que tienen Estrella Michelin; 2) Los chinos auténticos sin turistas; 3) Los más recomendados por las guías turísticas; y 4) La comida callejera.
1) Las estrellas Michelin en Shanghai.
Introducción
Lo de la Guía Michelin se está convirtiendo en la mayor estafa de la historia tras la caída de Madoff en 2008. Una pena que, en ciudades como Singapur o Shanghai, Michelin esté echando a perder tantos años de prestigio por culpa de intereses comerciales, totalmente alejados de lo puramente gastronómico.
A cada país que viajo, más cuenta me doy de que la concesión de estrellas es una casa putas y que lo más importante para Michelin ya no es la comida, sino conseguir la máxima publicidad en nuevos mercados para así vender más neumáticos.
De ahí que jueguen a dar una estrella a un cutre puesto callejero en Singapur o que en Shanghai anuncien el 2 estrellas más barato del mundo o concedan el primer y único 3 estrellas de la ciudad, consiguiendo así que se hable de ellos y en consecuencia, aparezca Michelin en todos los medios locales.
Brillante la campaña de marketing, lamentable el desprestigio de la Guía por el abandono de sus valores.
Por eso, la absoluta incoherencia de los criterios que utiliza la Guía, según cada región, debería ser motivo suficiente para que el público ya no hiciera ni caso.
Sin embargo, son dos los factores que hacen que Michelin sobreviva, incluso cada vez con más fuerza:
1. Por un lado, está el hecho de que Michelin ha conseguido un posicionamiento líder como referente mundial a la hora de valorar los restaurantes de cada país.
Su competencia más directa es la Lista 50 Best, que, aunque cada vez tiene más repercusión, en absoluto se le puede considerar una amenaza ya que, mientras Michelin puntúa por ciudad/país, 50 Best lo único que hace es lanzar una lista de carácter mundial con los 100 mejores restaurantes, utilizando además unos criterios aún más comerciales si cabe.
Por tanto, a la hora de viajar a una ciudad, el turista, salvo que tenga recomendaciones de algún amigo local, tiene varias opciones.
Una es coger el ranking de Tripadvisor y fiarse del criterio de usuarios absolutamente desconocidos, teniendo en cuenta, además, que ese ranking solo se basa en la opinión de clientes que se molestan en contar su experiencia en Tripadvisor (¿cuántos de vosotros vais a un restaurante y luego os molestáis en escribirlo?).
Otra opción es fiarse de las recomendaciones que aparecen en la Lonely Planet, Timeout, CNTraveler, etc., y por tanto, acabar cenando en Shanghai al lado del vecino del quinto y otros tantos turistas que han hecho lo mismo que tú.
Y la última opción es confiar en la Guía Michelin por ser, supuestamente, la única Guía hecha por expertos gastronómicos cuya función es visitar el mayor número posible de restaurantes y entre todos ellos, elegir los mejores.
2. Y volviendo a los motivos por los que Michelin sobrevive, está el hecho de que sólo viajando mucho y palmando pasta en conocer a los estrellados de cada ciudad, es cuando uno se da uno cuenta de la farsa de Michelin según cada país.
Y más cuenta se da uno todavía de que la relación precio-placer de los restaurantes, con o sin estrella, que hay en España es única en el mundo. Esto no significa que solo en España se coma bien, pues Francia, Alemania o Japón tienen restaurantes de sino nivel, pero los precios de la comida y vino en España son insuperables.
Pero en España o fuera, cuesta encontrar gente que se atreva a criticar a Michelin por las siguientes razones: uno, porque hay mucho cagón que no se atreve a decir que no le ha gustado un tres estrellas, por miedo a parecer un paleto. Dos, por existir un fuerte lobby gastronómico formado por marcas, agencias de comunicación, periodistas y sus amigos cocineros, a los que han hecho creerse dioses intocables.
Siempre lo repito: hay tantos intereses y tanta mentira detrás de los restaurantes, por culpa de agencias de comunicación, blogueros y periodistas que comen por la patilla invitados por los cocineros, a cambio de que hablen bien de ellos, que la contaminación de este mundo hostelero es brutal.
Y pese a todo esto, soy tan tonto que continuo siguiendo a la Guía Michelin.
La incoherencia de los criterios de Michelin.
Tras visitar Tokyo, Hong Kong, Singapur o Shanghai, puedo confirmar que los criterios que Michelin usa en esas ciudades para conceder estrellas son totalmente diferentes que los utilizados en España.
¿Es justo? Desde luego que no, aunque no voy a poner en duda que Michelin, como empresa privada, puede hacer lo que le salga del pito.
Y así, haciendo lo que le sale de los cataplines, en Singapur se concede 1 estrella a un cutrísimo puesto callejero dentro un mercado por ofrecer albóndigas de pescado que tú mismo tienes que transportar en tu bandeja a alguna mesa libre, cual comedor de cárcel. Es decir, igual puntuación que un Kabuki Wellington en Madrid.
Entonces, si Michelin fuera coherente, ¿aquí en Madrid se podría conceder 1 estrella a Casa Dani (Mercado de la Paz) por ofrecer una rica tortilla de patata?
O en Shanghai, que se conceden 2 estrellas a Canton 8, un restaurante cuya comida es totalmente sin más, como su local, apenas existe carta de vinos (¡la gente incluso cena con zumo comprado en el Starbucks!) y tiene un servicio totalmente mediocre que atiende a 80 personas por turno.
Los comparas, ya no solo en comida sino en servicio de sala, bodega, instalaciones y presentación de los platos, con cualquier 2 estrellas de España como Santceloni, Atrio, Echaurren o Aponiente, y entonces sí, llegas a la conclusión de que Michelin se ríe de todos nosotros.
Por tanto, como en Asia parece que para Michelin no importa el local, ni el servicio,ni la bodega ni la presentación de los platos, sino que lo único importante es lo que te metes en la boca, ¿por qué entonces, siguiendo esos criterios, en España no puede otorgar estrellas a baretos como Granja Elena (Barcelona), Bar Alonso (Madrid), Bar FM (Granada), Nakeima (Madrid) o Cuchara de San Telmo (San Sebastián) donde se come de pelotas?
Por eso, lo más criticable de Michelin es que los criterios y el nivel de exigencia que tiene en España para otorgar estrellas es muy superior al el que tiene con ciudades asiáticas y otras muchas ciudades europeas o americanas.
La cantidad de restaurantes sin estrella que hay en España pero que si estuvieran en Francia, USA o Asia sí tendrían estrella es tremenda y es que, además, aquí parece que o haces platos con paripé o lo tienes complicado para ganarte la estrellita, pese a que seas un templo del marisco como D’Berto (Galicia) o Marinos José (Fuengirola), seas Lera (Zamora) donde se prepara la caza de forma excelente, seas Casa Elías (Alicante) con un arroz espectacular, o seas La Tasquita de Enfrente (Madrid).
Para Michelin, todos ellos son inferiores a un Dadong (Shanghai), Hawker Chang (Singapur) o Tsuta (Tokyo) que son lugares cutres, con servicio mediocre y sin bodega.
Breve resumen de mis experiencias en los estrellas Michelin de Shanghai
DA DONG (Centro Comercial IAPM). 1 Estrella Michelin
Tras 12 horas de vuelo directo Madrid-Shanghai, saliendo el domingo a las 12:00, Cris y yo llegamos el lunes a las 07:00 (hora local de Shanghai) con un sueño descomunal.
Obviamente, aunque el máximo placer sería llegar al hotel y echarte a dormir, teníamos que aguantar despiertos hasta la tarde-noche, pues si no el jet lag nos destrozaría el viaje (imagina acostarte a las 08:00 y levantarte tan fresco a las 15:00, luego a ver quién te duerme esa noche).
Así que, como en Shanghai comen sobre las 12:00 y cenan sobre las 18:00, tras coger un bus turístico de esos que te ríes de los turistas que lo cogen en Madrid pero que, en Shanghai, me pareció una buena idea para el primer día no desfallecer andando y además, aprovechar para ubicar cada barrio de esa mega ciudad, nos dirigimos en taxi hacia el lujoso centro comercial IAPM (llevaba la dirección escrita en chino pues de lo contrario olvídate de que te coja ningún taxi).
Hablando de taxis y de los chinos en general, aunque Shanghai es una ciudad muy limpia, ellos son bastante guarros y no solo por la fama de echar unos escupitajos que se oyen a 100 metros, sino que el empleado de una tienda te puede eructar a la cara o, lo más fuerte del viaje, es que un taxista, mientras espera en uno de los pocos semáforos que se respetan en la ciudad, abra la puerta y se eche un pedo, para luego seguir como si nada.
En la quinta planta se encuentra Da Dong, con 1 estrella y considerado uno de los mejores sitios para comer pato pekinés.
No teníamos reserva pero, como eran las 16:30, asumimos que no habría problema para cenar (esa hora para ellos es como en España cenar a las 19:30). Eso sí, a las 18:00 el restaurante prácticamente se llenó.
Para reservar, puedes intentar llamar y ver si te entienden y si no, puedes plantarte allí y esperar a que te den mesa.
Como ocurre en todos los restaurantes de Shanghai, sólo un camarero chapurreaba un inglés con el nivel de tu abuela, por lo que asume que tendrás serias complicaciones de comunicación.
Además, en cualquier restaurante, los camareros son muy cuadriculados y sólo conocen las costumbres locales, así que, como les pidas cualquier cosa que les pueda descolocar (por ejemplo, si tiene otro tipo de copa para el vino o si existe media ración de dim sum), atente a las consecuencias. A veces, había situaciones que me recordaban a los intentos de comunicación entre humanos y extraterrestres de la peli La Llegada (Arrival).
El local es enorme y resulta bastante frío pues todo es en tonos blancos. No obstante, está relativamente bien puesto por lo que no es nada cutre.
A la entrada, llama la atención una foto de Rajoy con todo el equipo.
Servicio como si fuera el del Vips, a putos años luz de cualquier estrella de España.
Clientela 100% local, con bastantes estudiantes que salían de clase y quedaban ahí a cenar. Vamos, como el típico universitario español que sale de clase un lunes y se mete con sus amigos en un estrella Michelin mientras se pasan toda la cena pegados al móvil, y es que es flipante la adicción de los chinos con el móvil; realmente, las cenas no son para hablar, sino para comer en compañía mientras cada uno ve sus mierdas en el Iphone.
La carta mide medio metro, pesa 2 kilos y contiene aproximadamente 37.500 platos.
Afortunadamente, en casi todos los sitios, la carta está traducida al inglés y sobre todo, tiene fotos de los principales platos.
Nosotros íbamos a por el Pato Pekinés así que lo pedimos y de repente, en chino, nos empiezan a preguntar algo que no sabían decir en inglés. El acojone fue máximo pues uno no sabía si le estaban preguntando si, por ejemplo, queríamos que el cocinero trinchara el pato con su uña extra larga del meñique o si queríamos salsa de ostras y tortitas para acompañarlo. Nos la jugamos y dijimos un “yes” decidido a aquello que nunca supimos qué era.
Como sí entendimos que el pato tardaría 30 minutos, pedimos unos Dim Sum flojísimos, dignos de cualquier chino de barrio en España pero que allí tienen 1 estrella.
De repente, salen de la cocina 10 camareros, cada uno con su gorro y máscara, cual biólogo que va a diseccionar un Alien, y se dirigen a las mesas con un carrito para preparar el pato. Un espectáculo ver cómo lo cortan.
El pato estaba espectacular, con un sublime crujiente de la piel y una carne jugosa que era una maravilla.
La ración es para 2-3 personas.
Para beber, debéis saber que el precio de los vinos en Shanghai no baja de los 60€ una botella que aquí te puede costar 12€ y, además, la oferta en cualquier restaurante es casi inexistente y se suele basar en un par de tintos australianos, algún francés, argentino o chileno y como español, vi mucho un Barón de Ley que aquí cuesta 10€ y allí 100€.
Por eso, lo mejor es beber cerveza. El problema es que la cerveza me cansa así que optamos por el blanco francés más barato (66€).
Con, además, un Mojito (8€) y una cerveza (3€), la cuenta, entre dos, salió a 135€. Un absoluto pastizal por culpa del puto vino.
Por eso, si alguien acaba en Da Dong, mi recomendación es que pidáis solo el pato (40€) y cerveza, y así no pagaréis más de 35€ por barba.
Para estrictamente este plan, sí merece la pena y se merece 8 Lunas.
No obstante, mi experiencia con el timo del vino y la mierda de los dim sum, se quedaría en 6 Lunas.
CANTON 8. El 2 estrellas Michelin más barato del mundo.
Soy tan tonto que, pese a saber que Michelin es una farsa, me deje seducir por el reclamo del “2 estrellas más barato del mundo” y fui a Canton 8 con unas ganas locas.
En Asia, Michelin regala las estrellas pero no es tan generoso (o eso pensaba) para otorgar 2 o 3. Por eso, imaginé que si este sitio tenía 2 estrellas tendría que ser la verga. No aprendo, joder.
Tras enseñarle al taxista cinco veces la dirección en chino, llegamos al restaurante.
Canton 8 ocupa un local nuevo y moderno, nada auténtico, donde en la entrada nos encontramos a varios chinos esperando y nadie atendiendo, como si fuera un Lateral.
La reserva la hice con un mes de antelación y para reservar, debido a la imposibilidad de contactar con ellos por no coger el teléfono y no tener web, conseguí que un colega de un colega que vive allí me diera su mail de contacto: joanne@vastrich.com.
Por fin nos atendió un camarero, a quien debido a su nivel de inglés, digno del frutero de Calahorra, le costó horrores encontrar la reserva y es que hubo momentos que me vi fuera. Por eso, os recomiendo ser absolutamente puntuales (id con tiempo ya que, aunque vayáis en taxi, seguramente no os deje en la misma puerta, por lo que os puede costar algo encontrarlo) y llevad en el móvil el mail de confirmación de Canton 8.
Como decía, el local es amplio, con grandes ventanales a la calle, con decoración moderna-china y en tonos blancos y negros. Nada especial.
El ambiente es muy joven y totalmente local, ni un extranjero. Muy tipo Lateral de Madrid.
La carta, como en todos los restaurantes, se dividía en aperitivos, carnes, pescados, mariscos, arroces y noodles.
Platos con precios entre los 8 a 30 Euros. Y opción de Menú Degustación a 68€.
Como no me seducían los platos del Menú, optamos por probar varios platos de cada sección de la carta.
Para intentar acertar, le pedimos al camarero, que chapurreaba inglés, si nos podía recomendar qué pedir. Bueno, fue como si le hubiésemos preguntado la fórmula molecular del cloruro de sodio. Entró en colapso total. Al final, con gestos como cuando hablas con un chimpancé, conseguimos entendernos.
Ricos el Cerdo a la barbacoa y el Cerdo con piña; sin más el Estómago; correctos los Dumplings de cerdo y cangrejo pero que si te los ponen en Nakeima dirías que qué flojos; correcto también el Brisket de ternera; muy floja la Pata de Langosta sobre huevo blanco; e insípidos los Noodles de pato.
Al final, lo más rico es el cerdo y ternera gracias a las salsas que les meten.
De todas formas, os digo, con la mano en el corazón, que todos esos platos los puedes tomar en cualquier chinaco medio decente de España.
Si esto tiene 2 estrellas Michelin, entonces el chino El Bund de Madrid, tendría que tenerlas también.
Para beber, como siempre, carta de vinos más corta que la del Vips con precios que parten de los 60€. Ya sé que no debería haber bebido vino pero joder, no concibo cenar sin vino, así que tomé un Pinot Noir de Nueva Zelanda a 65€, una botella que aquí cuesta 30€. Por cierto, muchos chinos cenaban con zumos comprados en Starbucks.
La cena salió por 120€ entre dos, así que, sin vino, habrían sido 30€ por barba. Sin duda que debe ser el 2 estrellas Michelin más barato del mundo, hasta que próximamente se las den a Lateral y le supere.
T’ANG COURT. El único 3 estrellas Michelin de Shanghai.
Junto a Canton 8, era el que más ganas tenía de conocer. El primero, por ser el 2 estrellas más barato del mundo y este, por ser el único 3 estrellas de China (junto a su otra sede en Hong Kong).
Mi cabeza y mi cartera me decían que no fuera, que la experiencia ya me ha demostrado que, muchas veces en el extranjero, tres estrellas no son sinónimo de máximo placer pero sí lo suelen ser de decepción y dineral gastado.
La realidad cumplió con lo esperado, aunque afortunadamente solo en parte, y es que ni estuvo tan mal ni fue tanto dinero.
El restaurante se encuentra en la 3ª planta de uno de los hoteles más lujosos de la ciudad, Hotel Langham.
Aquí sí, el servicio y el local están a la altura y además, hablaban perfectamente en inglés.
En la carta hay opción de Menú Degustación a 110€ o de platos sueltos. Como no podía ser se otra forma con los chinos, para los que en temas comerciales lo más importante es vender, no hay obligación de que todos tomen Menú.
En cualquier caso, como algunos platos del Menú no nos seducían, con la ayuda del maître, nos creamos un menú a medida.
Lo más rico de la cena, y de lo mejor del viaje, fue la Barbacoa de Cerdo y Ganso.
Buena la Judía marinada en vinagre y el Roll de judía con carne.
Correcta la Sopa de pichón.
De una de las especialidades, Salteado de gambas y cangrejo, las gambas no valían nada pero el cangrejo estaba bueno.
Y lo peor de la cena fueron las Verduras de temporada, que podían ser las mismas que nuestras madres nos ponían cuando teníamos 5 años; y el Arroz de pollo. Tanto arroz tres delicias que hemos comido en España y aquí, que me esperaba el mejor de mi vida, me resultó insípido, como si fuera de Findus.
De postre, unos hojaldres con forma de cisne rellenos de crema de limón, postre muy típico de China pues nos lo pusieron en varios sitios y donde el hojaldre está perfecto pero el conjunto es sin más y es que lo dulce no es el fuerte de los asiáticos.
Para beber, amplia bodega con precios absolutamente desorbitados, algunos de ellos 10 veces más caros que en tienda en España. Y es que beber vino en China es algo casi prohibitivo.
Opté por un riesling Trimbach a 84€ y que aquí cuesta menos de 20€. Y también probé una copa de un tinto chino de sabor muy curioso, muy afrutado, que merece la pena conocer (pero solo 1 copa).
Toda la cena, entre dos, salió a 323€. Precio muy alto para la calidad de lo comido y bebido y que hace que la experiencia haya sido prescindible.
Por ser muy parecido en comida, servicio y sala, ¿Tse Yang (chino del Villamagna) tendría que tener también 3 estrellas?
En fin, que este mismo restaurante lo pones en España y jamás tendría ni una estrella, aparte de que a esos precios cerraría al mes, pero ya os he contado que lo de Michelin en este tipo de ciudades es un absoluto sin sentido.
YONGFOO ELITE. 2 estrellas Michelín.
Tras las decepciones de Da Dong, Canton 8 y T’ang Court, y quedándome 2 días aun por Shanghai, decidí que se había acabado la tontería de tirar dinero en estrellados.
Sin embargo, por cosas del azar, paseando por la parte francesa y siguiendo la ruta de Lonely Planet, entramos a ver la decoración de esta preciosa casa colonial que en 1930 fue un prestigioso y elitista club privado.
Era mediodía y vimos que en el jardín había una agradable terraza donde se podía comer, así que nos sentamos directamente a picar algo, sin que nadie nos atendiera. Resultó ser un 2 estrellas. Cosas que pasan en Shanghai, según Michelin. Como si paseas por Cáceres, entras a ver por dentro el edificio de Atrio, te parece mono, y como nadie te atiende vas y te sientas directamente en una mesa.
Pedimos un Pato y cerdo marinado en soja que estaban bien y una rica Costilla de Cerdo.
Muy flojos los Noddles fritos.
Botella de agua a 12€ y cerveza a 8€.
Fue cuando nos trajeron la cuenta el momento en que nos percatamos que acabábamos de comer en un 2 estrellas Michelin. En fin, como ya decía, lo comparo en comida, servicio, sala y bodega con cualquier 2 estrellas de España, y que Yongfoo tenga, para Michelin, el mismo nivel que ellos es de absoluta vergüenza.
Al final, Yongfoo es como si en Madrid le dieran 2 estrellas a la terraza de Arzábal Reina Sofía.
La broma de la comida, entre dos, salió a 140€. Esa comida no vale más de 50€.
Al menos, de todos los estrellas que visité en Shanghai, este es el más bonito y más agradable por su preciosa terraza, que es lo único por lo que podría llegar a merecer la pena.
2) Chinos auténticos sin turistas
SHANGHAI NO 1 RESTAURANT
Tras la visita al Templo Jing’an, aprovechamos para comer en este restaurante que nos había recomendado una amiga china que vivió en Shanghai.
Nos dijo que si queríamos conocer la comida china de verdad, este era uno de los mejores sitios, así que allá que nos fuimos.
La dirección es fácil de encontrar aunque para acceder al restaurante tienes que subir en ascensor a la primera planta del edificio.
Obviamente, no teníamos reserva así que al primer camarero que apareció le indicamos “2” con los dedos y nos llevó a una mesa.
El local es enorme y muy muy auténtico. Me gustó.
En el centro de la planta se encuentra el comedor principal y luego alrededor hay numerosos reservados y es que a los chinos les encanta ese plan.
No es un sitio cutre ni sucio pero se nota que es auténtico chino.
Mientras nos llevaban a la mesa, el resto de comensales nos observaban como pensando ¿qué coño hacen dos occidentales comiendo aquí?
Ya sentados en la amplia mesa redonda, nos traen una carta sin fotos y en chino. Son tan cuadriculados que, al darte la carta, no piensan que, al no tener los ojos rasgados, quizás no entendamos una mierda.
Nos íbamos a levantar para irnos ante la imposibilidad de comunicación cuando, de repente, nos traen la clásica carta de restaurante chino con 50 páginas, en inglés y sobre todo, con fotos de los platos.
Gracias a ello, no fue necesario mediar palabra con ningún camarero durante toda la comida, pese a que hubo los típicos momentos en los que el camarero te pregunta algo en chino, tú le dices I don’t understand, él, que no entiende inglés, te vuelve a preguntar, tú le respondes Oye macho que no te entiendo una mierda y al final el camarero desiste y se retira, sin que nunca sepas qué coño quería.
Mi intención era probar los platos más raros posibles pero no me fue del todo posible debido a la sensibilidad de Cristina para con los animales. Y así, no me dejó pedir tortuga, pues la de la foto de la carta, que aparecía servida tal cual, con caparazón y cabecita asomando, le recordaba a Paquita, una tortuga que tuvo con 8 años.
Por supuesto, tampoco me dejó pedir un plato que, su foto, era un nido de pequeños pajaritos junto a su ave madre.
Tuve entonces que conformarme con pedir Serpiente, que le daba asco pero ninguna pena. La serpiente iba bañada en una rica salsa de soja y es a lo que sabía el plato. La textura era una mezcla entre anguila y lamprea.
También pedí Pepino de mar que es como una oruga marítima. La verdad es que del mar nada me da asco, pues nada hay más feo que una lamprea y mira lo rica que está.
El Pepino no sabía a nada, y es que hay muchos platos donde los chinos lo que aprecian es la textura antes que el sabor. Yo soy partidario de todo lo contrario. El pepino iba acompañado de un puré Crema de Alicia de Knorr.
Para no jugármela del todo y asegurar, pedí unas ricas Costillas de cerdo; y unos Noodles iguales que los de cualquier chinaco de España.
Todas las raciones eran enormes, como para 4 personas.
Con cerveza, la comida salió a 70€, que si llegamos a ser 3 o 4 habrían sido 20€ por barba, precio muy razonable y años luz de los timo-hostias que te metían en los estrellados.
3) Los más recomendados por las guías turísticas
Antes que nada, aclarar que no fui a ningún restaurante de moda con vistas, tipo Heaven, porque ya tenía vistas espectaculares desde la habitación de mi hotel, Hotel Indigo (ver foto), que os recomiendo absolutamente, y que además cuenta en la azotea con las que pueden ser las mejores vistas de Shanghai.
DIN TAI FUNG
Uno de los platos más típicos de Shanghai son los Xiao Long Baos, que son unos dim sum /dumplings /baos, llámalos como quieras, rellenos de marisco, carne o setas y cuya gracia consiste en los ricos caldos que llevan dentro.
Su principal problema es que abrasan cuando te los sirven y si esperas la masa pierde fuerza, lo que al final es un mal menor si lo comparas con la posibilidad de quemarte y perder la lengua.
Observé que muchos chinos se comen solo el relleno y la sopa, dejando la masa, y así se pueden comer 30 piezas.
Din Tai Fung es la cadena más fiable de Asia para probar este rico bocado.
Todos sus restaurantes presumen de ser limpios, amplios, con buen servicio y la misma calidad de los Xiao Long Baos.
Hay varios Din Tin Fung por Shanghai y normalmente se encuentran dentro de edificios, y es que en Asia se lleva mucho que las primeras plantas estén ocupadas por restaurantes.
Nosotros probamos el que hay en la tercera planta del rascacielos Shanghai World Financial Center.
Mi recomendación es que, en cualquier restaurante de Shanghai, pero más en estas exitosas cadenas, vayáis fuera de las horas punta chinas, que son 12-13 para comidas y 19-20 para cenas.
Nosotros fuimos a las 14:00 y no tuvimos que esperar.
Las raciones pueden ser de 5 o 10 piezas. Los típicos son de cerdo, gamba, cangrejo, mezclados o por separado. Están muy buenos pero puede que todos te sepan muy parecido.
Me gustó mucho el de trufa, por ser más intenso y alejarse de los sabores anteriores.
En cualquier caso, ninguno supera en sabor a los que hacen en Nakeima.
Los precios oscilan entre los 7 y 15 euros.
También pedimos un Bun de cerdo. Esperábamos un Bao delicioso tipo Nakeima y años luz. Este Bun resulta demasiado seco y pastoso.
Con cerveza, y probando bastante, pagamos 50€ entre los dos por lo que por 20€ puedes comer perfectamente.
Muy recomendable.
NANXIANG STEAMED BUN
En la preciosa pero abarrotada zona de Yu Garden, se encuentra este otro famoso sitio para tomar Xiao Long Bao.
A pie de calle se encuentra la zona baos para llevar, que suele tener unas colas tremendas. En las plantas de arriba ya se encuentra el amplio restaurante.
Recordad que hay que evitar las horas punta chinas (12-13 /19-20) si no queréis tener que esperar.
A diferencia de Din Tai Fung, este restaurante es más cutre y más turístico, quizás también por la zona en la que se encuentra.
Respecto a la calidad de los Xiao Long Baos, es similar a Din Tai Fung, sobre todo los de cangrejo que parecen saber en todos los sitios igual.
Aquí probé unos de champiñones que estaban muy buenos. Y también está rico el Dumpling de curry.
Como turistada, aquí tienen un Bao enorme relleno de sopa de cangrejo que te sirven directamente con una pajita. Sin más.
El precio ronda los 20-30€ por barba, en función de cuánto quieras comer.
Recomendable.
4) Comida callejera
Mucha gente me decía que lo mejor de Shanghai era la comida callejera, así que me esperaba algo tipo Singapur, Bangkok o Hanoi, donde hay puestos baratos de comida por todos lados y mercados enormes (sobre todo en Singapur) con cientos de puestos y bancos para comer.
Aquí no vi eso. Hay muchos restaurantes, pero apenas hay auténticos puestos callejeros, algunos de los cuales están detrás de Nanjin Road.
En los pocos que hay, y más que puestos callejeros como tales son pequeños restaurantes, ofrecen brochetas de pollo, pulpo, cangrejo, etc…Probé algunos de ellos y estaban buenos y eran baratos pero resultaban incómodos y dudo mucho que la gastronomía china se componga de simples brochetas.
Es decir, después de estar horas pateando, me apetece sentarme a comer y descansar y sobre todo, que me atiendan, aunque sea en chino. Lo que no me apetece es ir andando con la comida o tener que comerla en un banco de la calle.
Por tanto, esas brochetas están bien como aperitivo pero no como comida.
Respecto a la comida callejera de Shanghai, si por eso entendemos comer aleatoriamente en los restaurantes que vayas viendo, no dudo de que comerás barato y encontrarás grandes platos, que serán igual o hasta mejor que los sitios con estrella.
Yo apenas tuve ocasión de probarlos por dos motivos. Primero, porque soy tan idiota que quería cenar en los estrellas Michelin. Y segundo, porque para el poco tiempo que me quedaba, me daba pereza entrar en un restaurante donde puede que no hubiera carta en inglés ni fotos y fuera una movida pedir. Estaba ya cansado. Tuve mi experiencia en Shanghai No 1 y fue suficiente por este viaje.
De todas formas, cuando vuelva a Shanghai o Asia en general, no pienso pisar ni un puto restaurante con estrella y sin duda, me centraré en restaurantes aleatorios que vea con buena pinta.
Dirección:
Yo pagué: € | Precio medio: €
Fecha de la visita: ABRIL 2017