Shanghai

DA DONG

Tras 12 horas de vuelo directo Madrid-Shanghai, saliendo el domingo a las 12:00, Cris y yo llegamos el lunes a las 07:00 (hora local de Shanghai) con un sueño descomunal.

Obviamente, aunque el máximo placer sería llegar al hotel y echarte a dormir, teníamos que aguantar despiertos hasta la tarde-noche, pues si no el jet lag nos destrozaría el viaje (imagina acostarte a las 08:00 y levantarte tan fresco a las 15:00, luego a ver quién te duerme esa noche).

Así que, como en Shanghai comen sobre las 12:00 y cenan sobre las 18:00, tras coger un bus turístico de esos que te ríes de los turistas que lo cogen en Madrid pero que, en Shanghai, me pareció una buena idea para el primer día no desfallecer andando y además, aprovechar para ubicar cada barrio de esa mega ciudad, nos dirigimos en taxi hacia el lujoso centro comercial IAPM (llevaba la dirección escrita en chino pues de lo contrario olvídate de que te coja ningún taxi).

Hablando de taxis y de los chinos en general, aunque Shanghai es una ciudad muy limpia, ellos son bastante guarros y no solo por la fama de echar unos escupitajos que se oyen a 100 metros, sino que el empleado de una tienda te puede eructar a la cara o, lo más fuerte del viaje, es que un taxista, mientras espera en uno de los pocos semáforos que se respetan en la ciudad, abra la puerta y se eche un pedo, para luego seguir como si nada.

En la quinta planta se encuentra Da Dong, con 1 estrella y considerado uno de los mejores sitios para comer pato pekinés.

No teníamos reserva pero, como eran las 16:30, asumimos que no habría problema para cenar (esa hora para ellos es como en España cenar a las 19:30). Eso sí, a las 18:00 el restaurante prácticamente se llenó.

Para reservar, puedes intentar llamar y ver si te entienden y si no, puedes plantarte allí y esperar a que te den mesa.

Como ocurre en todos los restaurantes de Shanghai, sólo un camarero chapurreaba un inglés con el nivel de tu abuela, por lo que asume que tendrás serias complicaciones de comunicación.

Además, en cualquier restaurante, los camareros son muy cuadriculados y sólo conocen las costumbres locales, así que, como les pidas cualquier cosa que les pueda descolocar (por ejemplo, si tiene otro tipo de copa para el vino o si existe media ración de dim sum), atente a las consecuencias. A veces, había situaciones que me recordaban a los intentos de comunicación entre humanos y extraterrestres de la peli La Llegada (Arrival).

El local es enorme y resulta bastante frío pues todo es en tonos blancos. No obstante, está relativamente bien puesto por lo que no es nada cutre.

A la entrada, llama la atención una foto de Rajoy con todo el equipo.

Servicio como si fuera el del Vips, a putos años luz de cualquier estrella de España.

Clientela 100% local, con bastantes estudiantes que salían de clase y quedaban ahí a cenar. Vamos, como el típico universitario español que sale de clase un lunes y se mete con sus amigos en un estrella Michelin mientras se pasan toda la cena pegados al móvil, y es que es flipante la adicción de los chinos con el móvil; realmente, las cenas no son para hablar, sino para comer en compañía mientras cada uno ve sus mierdas en el Iphone.

La carta mide medio metro, pesa 2 kilos y contiene aproximadamente 37.500 platos.

Afortunadamente, en casi todos los sitios, la carta está traducida al inglés y sobre todo, tiene fotos de los principales platos.

Nosotros íbamos a por el Pato Pekinés así que lo pedimos y de repente, en chino, nos empiezan a preguntar algo que no sabían decir en inglés. El acojone fue máximo pues uno no sabía si le estaban preguntando si, por ejemplo, queríamos que el cocinero trinchara el pato con su uña extra larga del meñique o si queríamos salsa de ostras y tortitas para acompañarlo. Nos la jugamos y dijimos un “yes” decidido a aquello que nunca supimos qué era.

Como sí entendimos que el pato tardaría 30 minutos, pedimos unos Dim Sum flojísimos, dignos de cualquier chino de barrio en España pero que allí tienen 1 estrella.

De repente, salen de la cocina 10 camareros, cada uno con su gorro y máscara, cual biólogo que va a diseccionar un Alien, y se dirigen a las mesas con un carrito para preparar el pato. Un espectáculo ver cómo lo cortan.

El pato estaba espectacular, con un sublime crujiente de la piel y una carne jugosa que era una maravilla.

La ración es para 2-3 personas.

Para beber, debéis saber que el precio de los vinos en Shanghai no baja de los 60€ una botella que aquí te puede costar 12€ y, además, la oferta en cualquier restaurante es casi inexistente y se suele basar en un par de tintos australianos, algún francés, argentino o chileno y como español, vi mucho un Barón de Ley que aquí cuesta 10€ y allí 100€.

Por eso, lo mejor es beber cerveza. El problema es que la cerveza me cansa así que optamos por el blanco francés más barato (66€).

Con, además, un Mojito (8€) y una cerveza (3€), la cuenta, entre dos, salió a 135€. Un absoluto pastizal por culpa del puto vino.

Por eso, si alguien acaba en Da Dong, mi recomendación es que pidáis solo el pato (40€) y cerveza, y así no pagaréis más de 35€ por barba.

Para estrictamente este plan, sí merece la pena y se merece 8 Lunas.

No obstante, mi experiencia con el timo del vino y la mierda de los dim sum, se quedaría en 6 Lunas.

Dirección: Centro comercial IAPM. 999 Huaihai Middle Rd, Xuhui Qu, Shanghai

Web:

Yo pagué: 70€ | Precio medio: 35€

Fecha de la visita: ABRIL 2017

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